Nadie llega a estas respuestas sólo o de forma repentina; es todo un proceso, que parte de nuestra historia personal, de las opciones ya realizadas, de nuestra afectividad, de las dimensiones que nos van haciendo personas, de la vocación que escogemos asumir, y del Proyecto de Vida que construimos. Para todo esto es fundamental contar con la presencia de personas que caminen junto a nosotros.
El mismo Jesús vivió esta opción de acompañar y ser acompañado. En el cumplimiento de su misión, siempre eligió caminar junto con las personas. Tanto los ayudó a encontrar las respuestas fundamentales para sus vidas, como dejó que éstas lo ayudasen a hacer realidad el camino de vida en abundancia que él soñó para todos.
En la Pastoral de Juventud en nuestro país, a través del proceso vivido en la elaboración del Plan Nacional de Pastoral de Juventud, descubrimos que necesitábamos con urgencia nuevas formas y espacios de acompañamiento personal y comunitario.
El acompañamiento es un encuentro entre dos libertades, la libertad del adulto que ofrece este servicio de acompañar y la libertad del joven que opta desde su libertad por ser acompañado. Pongamos esta vez la mirada en las personas que acompañan y descubramos las actitudes que este servicio implica. Creemos que el acompañamiento, como servicio realizado en nombre de la Iglesia, se entronca en la ministerialidad del Pueblo de Dios y constituye en la Pastoral de Juventud en Latinoamérica un ministerio.
“La ministerialidad de la asesoría se fundamenta:
a) en Jesucristo servidor (Mt 20,28), que realiza el proyecto liberador de Dios;
b) en la ministerialidad de la Iglesia, que sirve a la humanidad actualizando la liberación integral realizada en Jesucristo;
c) en el carácter bautismal, por el cual todo cristiano/a participa de la misión ministerial de la Iglesia por obra del Espíritu y de la opción preferencial por los jóvenes asumida por la Iglesia Latinoamericana, como fruto del discernimiento del proyecto de Dios para la juventud del Continente”.
El/la educador/a de adolescentes y jóvenes es capaz de mantener encendida la llama del deseo de la vida frente a tantas situaciones de muerte que vive este continente. Para ello, necesita educarse en la escucha, en el mirar, en el hablar, para que haya una empatía profunda entre los deseos de vida expresados en esta relación.
El/la educador/a de adolescentes y jóvenes es un/a aprendiz de Juan Bautista que “señala a Jesús” y afirma que Él es el Cordero de Dios. Señalar hacia fuera de sí mismo, creyendo que el adolescente y el joven de hoy, participando de un Proceso de Educación en la Fe, planeado y acompañado, tendrán condiciones para ir mucho más lejos que él mismo. Preparar y multiplicar diversos tipos de líderes para la comunidad.
El/la educador/a es “provocador/a”. Provoca para crecer. Para crecer hay que enfrentar muchas pérdidas, muchas decisiones que dejan cicatrices en nosotros. Él/ella tendrá la sabiduría y el coraje de hacer suscitar las nuevas preguntas que harán la diferencia en la vida de los que están siendo acompañados/as.
Una de las herramientas del acompañamiento es la revisión de vida y la revisión de práctica para que, como grupo, puedan ir acompañando las coherencias y las incoherencias que cada uno y cada una van asumiendo en su proceso de formación en la acción.
La tarea primordial de quien acompaña es la planeación. Aquel o aquella que acompaña es el/la que tiene claro adónde se quiere llegar y la memoria del camino hecho. Por tal razón, junto con los otros adultos y jóvenes que están viviendo el proceso, ha de planear la acción de modo que ninguna actividad sea realizada sin una intención clara. Actividades que van desde el acompañamiento de los jóvenes que aceptaron la vida en grupo y, principalmente, de cómo estos jóvenes que viven en grupo van a HACER Pastoral Juvenil junto a los otros jóvenes: misiones juveniles, convocando nuevos grupos, nucleando grupos en todos los ambientes, etc.