El asesor de pastoral juvenil debe ser un verdadero maestro de espiritualidad para los jóvenes. Pero para ello, primeramente, él mismo debe vivir con convicción profunda una espiritualidad renovada, que tome en cuenta la realidad actual, que sea fuente de comunión y participación en el misterio de la trinidad, del cual somos todos partícipes desde nuestro bautismo.
La mayor tarea del asesor de pastoral juvenil es esta: invitar a los jóvenes a un encuentro de conversión con el Padre, por medio del conocimiento de Hijo, en la gracia dada a través del Espíritu Santo.
Por eso, el asesor debe ser un hombre o una mujer de oración, que de respuestas a problemas concretos desde los valores evangélicos, que sirva de referencia para el joven. En otras palabras, sin importar su “estado clerical”, será un verdadero padre o madre espiritual para todos los jóvenes a quienes estará acompañando.
Aquí el problema que se consigue es el acompañamiento a los asesores en este camino de concientización sobre su labor como maestros espirituales. Sobre todo la dificultad se encuentra más pronunciada en los asesores más jóvenes, debido en muchas ocasiones a las mismas dificultades vocacionales, propias de su edad, en las que se encuentran sumergidos.