En medio de una juventud que muchas veces se encuentra sumergida en lamentos o celebrando sin sentido, en el vacío, se hace necesaria la figura del asesor que, con su testimonio y palabras, llene de optimismo y sentido al joven.
No se habla aquí de un optimismo idealista, se plantea la presencia de esa persona que sea capaz de descubrir aspectos positivos del muchacho, reconociéndole las capacidades que posee y animándole a desarrollarlas.
Para eso es necesario vivir con los ojos bien abiertos, para apreciar, aceptar, afectar y atender al joven (Esteban, Rodríguez y Garralón, 1995). Así se logrará descubrir la fiesta que es el otro, con una alegría que es sincera y sale del fondo del corazón. También es labor del asesor asumir la realidad lúdica de la juventud, aceptando sus símbolos y gestos, dándoles un sentido transformador y educando en las fiestas litúrgicas.
En medio de la desesperanza y la tristeza, del sin sentido de la vida, los jóvenes están hambrientos de testigos que sean profetas de la esperanza (Equipo Editorial de Profetas de Esperanza, 1997). Por eso, es característico del asesor de pastoral juvenil una actitud de regocijo al poder compartir con los jóvenes.
Al descubrir los valores de la vida propia y la de los demás, el asesor hallará allí verdaderas razones para celebrar, llevando al grupo a encontrarse con la gratuidad de la presencia de Dios. Esta expresión parte desde la simbología cotidiana del joven, apropiándose de signos que en muchas ocasiones se encuentran vacíos, y los llena de un nuevo contenido que les da un sentido vital. (Barzosa, Martín y Álvarez, 1992). Se trata de descubrir las huellas de Dios, que cada día da nuevos motivos para celebrar.
Así, al compartir las fiestas, lo lúdico, las diversas celebraciones, el asesor mostrará el balance adecuado entre profundidad y alegría, tristeza y felicidad, exigencia y reconocimiento de metas logradas.
No se habla aquí de un optimismo idealista, se plantea la presencia de esa persona que sea capaz de descubrir aspectos positivos del muchacho, reconociéndole las capacidades que posee y animándole a desarrollarlas.
Para eso es necesario vivir con los ojos bien abiertos, para apreciar, aceptar, afectar y atender al joven (Esteban, Rodríguez y Garralón, 1995). Así se logrará descubrir la fiesta que es el otro, con una alegría que es sincera y sale del fondo del corazón. También es labor del asesor asumir la realidad lúdica de la juventud, aceptando sus símbolos y gestos, dándoles un sentido transformador y educando en las fiestas litúrgicas.
En medio de la desesperanza y la tristeza, del sin sentido de la vida, los jóvenes están hambrientos de testigos que sean profetas de la esperanza (Equipo Editorial de Profetas de Esperanza, 1997). Por eso, es característico del asesor de pastoral juvenil una actitud de regocijo al poder compartir con los jóvenes.
Al descubrir los valores de la vida propia y la de los demás, el asesor hallará allí verdaderas razones para celebrar, llevando al grupo a encontrarse con la gratuidad de la presencia de Dios. Esta expresión parte desde la simbología cotidiana del joven, apropiándose de signos que en muchas ocasiones se encuentran vacíos, y los llena de un nuevo contenido que les da un sentido vital. (Barzosa, Martín y Álvarez, 1992). Se trata de descubrir las huellas de Dios, que cada día da nuevos motivos para celebrar.
Así, al compartir las fiestas, lo lúdico, las diversas celebraciones, el asesor mostrará el balance adecuado entre profundidad y alegría, tristeza y felicidad, exigencia y reconocimiento de metas logradas.