Un buen asesor debe ser capaz de motivar a los jóvenes a la acción. Al reconocer el protagonismo de los jóvenes en la pastoral juvenil, se comprende la tarea del asesor como aquél que está liderando la acción desde el silencio y el servicio.
El asesor se confronta con la persona de Jesús y el liderazgo que este último ejerció y se muestra en los Evangelios. Es vivir una nueva manera de ser líder, diferenciándose del jefe o el administrador a quienes le interesa mandar y hacer cosas.
El asesor busca una nueva manera de vivir su liderazgo, centrándose en el grupo más que en sí mismo. Está en una continua búsqueda de las causas, antes de llegar al cómo, para lograr soluciones eficaces a la situación (Cornejo, 1995). En su afán por el caminar del grupo, involucra a cada miembro para que juntos sean responsables de lo que sucede.
Como buen líder, el asesor será también un catalizador para la solución de los conflictos y creará comunión entre los miembros del grupo. Escucha, observa, analiza la situación y propicia un clima para el diálogo abierto y sincero. Orienta para la acción y busca la realización de cada joven. Evalúa y celebra tanto los logros como los fracasos, preocupándose mucho más por el proceso que por los resultados obtenidos.
En el cuadro 2 se encuentra una comparación entre el liderazgo tradicional con el liderazgo orientado hacia el grupo (D´Souza, 1996, 37), en el cual se presentan los aspectos que deben ser cuidados por el asesor para que realmente su liderazgo sea significativo para los jóvenes.
El liderazgo del asesor nunca debe ser impuesto a los jóvenes, ya que sería rechazado inmediatamente, será un espacio ganado desde actitudes sinceras, dejando de ser jefe para pasar a ser siervo. De esta forma la autoridad ganada por el asesor tendrá una base sólida en el compromiso y testimonio que dé al grupo.
El asesor se confronta con la persona de Jesús y el liderazgo que este último ejerció y se muestra en los Evangelios. Es vivir una nueva manera de ser líder, diferenciándose del jefe o el administrador a quienes le interesa mandar y hacer cosas.
El asesor busca una nueva manera de vivir su liderazgo, centrándose en el grupo más que en sí mismo. Está en una continua búsqueda de las causas, antes de llegar al cómo, para lograr soluciones eficaces a la situación (Cornejo, 1995). En su afán por el caminar del grupo, involucra a cada miembro para que juntos sean responsables de lo que sucede.
Como buen líder, el asesor será también un catalizador para la solución de los conflictos y creará comunión entre los miembros del grupo. Escucha, observa, analiza la situación y propicia un clima para el diálogo abierto y sincero. Orienta para la acción y busca la realización de cada joven. Evalúa y celebra tanto los logros como los fracasos, preocupándose mucho más por el proceso que por los resultados obtenidos.
En el cuadro 2 se encuentra una comparación entre el liderazgo tradicional con el liderazgo orientado hacia el grupo (D´Souza, 1996, 37), en el cual se presentan los aspectos que deben ser cuidados por el asesor para que realmente su liderazgo sea significativo para los jóvenes.
El liderazgo del asesor nunca debe ser impuesto a los jóvenes, ya que sería rechazado inmediatamente, será un espacio ganado desde actitudes sinceras, dejando de ser jefe para pasar a ser siervo. De esta forma la autoridad ganada por el asesor tendrá una base sólida en el compromiso y testimonio que dé al grupo.